Jugando a ser periodista (2)

Hace escasos minutos me llama Nacho Mateos, mi amigo, el que me dice las cosas a la cara, para lo bueno y para lo malo. Me dice que Paco Galadi le ha llamado para decirle que cree que se ha pasado con Giulio y conmigo, que se ha equivocado y que si le puede dar nuestros números de teléfono para pedirnos disculpas personalmente por el error cometido. Le he comentado a Nacho que le diera mi número sin problemas, y que su gesto le honraba y decía mucho de él como persona.

Hasta ahí todo bien . Pero unos segundos después me he metido nuevamente en su blog; veo una disculpa, quiero pensar que sincera hacia el gran Giulio, y me alegro, aunque dice no tener problemas con su acento italiano cuando antes parecía todo lo contrario.

Mi sorpresa viene cuando leo la respuesta que pone el propio Galadi tras mi comentario. La duda viene ¿cuánto tiempo antes se produce esa respuesta del posterior arrepentiemiento? Quiero pensar que la misma viene tras el calentón de ver cómo hay alguien que le contesta en la misma línea suya. Afortunada o desafortunada, pero en la misma línea.

Leo su respuesta y no paro de sorprenderme sobre la cantidad de tonterías, estupideces, y sandeces que pone, entrando en la descalificación sobre temas que desgraciadamente desconoce, como en su comentario posterior bajo la firma de un tal Antonio Fernández, jaja y ja (muy parecido a lo que cuenta su amigo; curioso ¿verdad?).

Qué forma de manipular,  de mentir, que ganas de buscarse enemigos, de hacer méritos hacia su amigo, el mismo con el que se iba donde usted sabe. Sí, ahí mismo.

Podría entrar en un montón de descalificaciones, de historias documentadas, no como las suyas, pero no merece la pena perder más tiempo.

Si usted cree que se ha equivocado como le ha dicho a Nacho Mateos, que ahí está para confirmarlo, aquí me tiene para escucharle y esperar esa disculpa en el mismo medio donde hizo la suya, en ese blog sevillista, cuidado y elegante salvo con los errores cometidos por su parte hacia Giulio y un servidor.

Mientras tanto tendrá el efecto 'boomerang': usted lo lanza y yo se lo devuelvo, al fin y al cabo no fui yo quien comenzó esta guerra. Además le recuerdo que hasta hoy nunca he hablado de usted, ni bien ni mal, porque simplemente ni recordaba que existía.

Y sobre la forma de vestir y su sobrepeso le recuerdo perfectamente con su pelo engominado como si le hubiera chupado la cabeza una vaca, pero de las blancas y negras, las del campo. Por cierto, prefiero vestir como lo hago porque me lo puedo permitir, que hacerlo como dice usted del Decathlon o con ese estilo tan propio suyo y de su alma gemela (aunque con menos pelo), el gran gestor.